miércoles, 20 de agosto de 2014

MONSIVÁIS, Carlos, “Notas sobre la historia de la fotografía en México” y “El Fotoperiodismo. La historia se hace ahora”, en Maravillas que son, sombras que fueron: La fotografía en México, Ed. Era, México, 2012, pp. 11-35, 245-270.


Pensar cualquier ámbito desde México / América Latina suele ser un tanto difícil, porque siempre se le quiere encontrar su lado nacionalista, ¿es posible pensar un arte mexicano / latinoamericano?, ¿qué tan válido es creer que el arte como producto tenga identidad local cuando su creador es de otra latitud o simplemente es mera contingencia? Considero que el problema puede detectarse como herencia de la modernidad y la necesidad de la afirmación cartesiana “Usted está aquí”; sin embargo, qué tipo de identidad puede tener una Nación que ha sido pensada, administrada y copiada de España y Francia. Por otro lado, han sido muchos los que han intentado dar una idea de “lo americano”, “lo latinoamericano”, “lo mexicano”, entre ellos se encuentran De Paw, Buffon, Hegel, Kant, Humboldt, entre otros más. Estos escriben sobre lo exótico, lo anormal y lo tan ajeno que es América de Europa, y eso ha sido la base primaria pare entender el tan soñado arquetipo de “lo americano/latinoamericano/mexicano”. En la misma línea, pero con dirección un poco diferente, tenemos que considerar desde cuando se puede hablar de “lo mexicano”, México como país es inventado en 1821, y como Nación ha tenido un sin fin de transformaciones, dependiendo quién se encuentre al mando. Táchenme de purista, pero estas son las cartas que tienen que estar claras al momento de jugar y apostar por una identidad nacional en México.

            Durante los ensayos de Monsiváis se nos habla de la fotografía como testigo de una época y como un nuevo medio de expresión abusando de la modernidad como progreso, el periodo que más describe Monsiváis corresponde la Segunda Modernidad, es decir, la modernidad de la industrialización, donde se puede hablar ya de una nueva cultura visual a partir de la centralización y del capitalismo, propios de la expansión urbana e industrial, gestando un gusto de las masas, mejor conocido como “tradición popular”, donde existirá un contraste entre las tradiciones antiguas y contemporáneas, llamado costumbrismo. Monsiváis considera que el espectador es quien da el carácter reiterativo a la fotografía: “Una sociedad se vincula con la fotografía a través de una “construcción de lo real” que incluye a los mismo retratados. La fotografía es, primero, una extensión de la pintura y luego una declaración de pertenencia al respeto, a la dignidad, a la gracia, a la seriedad profesional. Lo real es lo teatral”.[1] Considero pertinente que él diga que el espectador dota de reiterabilidad a la fotografía y no a lo fotográfico, entiéndase por reiterabilidad a esa citacionalidad o cita constante donde se hace referencia similar, mas no idéntica, a lo normativo o establecido, entonces una fotografía debe decirnos cómo debe ser la escena teatral; en cambio, lo fotográfico podría se considerado como violencia epistémica, pues se interpela y adscribe una identidad errada a algo con otra realidad.

            Cuando me refiero a lo fotográfico como violencia epistémica, lo hago desde una lectura de Althusser, quien dice que un sujeto se construye a partir de que es interpelado por una autoridad, pone como ejemplo a un policía que dice: ¡Eh tu!, y la persona que voltea como respuesta al policía, en ese momento es creado y cuestionado como sujeto, Monsiváis menciona que cuando lo pintoresco se ve como pasión popular: “Los fotógrafos no discriminan ni jerarquizan, proceden bajo el convencimiento de que nada les resulta indiferente, porque cualquier hallazgo citadino es tan importante como su opuesto”.[2] Nos encontramos ante dos tipos de violencia, por un lado, violencia argumental externa pues no atiende a las peticiones del Otro quien es callado en el acto fotográfico; por otro lado, somos creadores de una violencia argumental interna pues falsificamos el sentido ontológico de lo representado.

            Tenemos que ser conscientes de no caer en un vacío epistémico al prolongar un punto de vista sin ocuparnos de las posibles opciones de ese punto de vista, tenemos que atender a la fotografía como cemento social, pues más allá de ser un vínculo social, tiene un efecto constitutivo (ontológico), quiero decir, que también a partir de la fotografía una identidad se puede constituir a sí misma.


[1] MONSIVÁIS, C, “Notas sobre…”, p. 14.
[2] MONSIVÁIS, C, “El fotoperiodismo…”, p. 247.

Biopolítica, Estado de excepción y Necropolítica en “Relección de los indios” de Francisco de Vitoria.


Introducción.

Michel Foucault, partiendo de la premisa de Aristóteles del animal como un ser social y político, dicta que se educa a la población para matarse entre ellos en nombre de la fuerte necesidad que se tiene de vivir, la función de este control regulador biopolítico es invadir la vida por completo. Foucault expone tres momentos del poder: en primer lugar está la patria potestas,  como el poder sobre esclavos, mujer e hijos, es un poder absoluto sobre la vida y la muerte; en segundo lugar se encuentra el poder soberano, un poder que no es absoluto pero si se puede exigir a los súbditos a defender al Rey; por último se encuentra el biopoder, que utiliza la biología como disciplina, es un saber y poder sobre la vida, controla y vigila la vida, la supervivencia se encuentra desnuda, es poder matar para poder vivir.

            Es así, que el soberano se encuentra dentro y fuera del orden jurídico, teniendo el poder para suspender la validez de la ley, por ello, la soberanía ejerce control sobre la mortalidad, más que un derecho, es un poder de decidir quién debe vivir o morir. “Dado que opera sobre las base de una división entre los vivos y los muertos, este poder se define en relación al campo biológico, del cual toma el control y en el cual se inscribe.”[1] El biopoder es control y distribución de la especie humana en grupos: los unos y los otros, viendo en la alteridad el final de la humanidad, donde el Otro atenta contra mi propia vida; es como Nietzsche lo plantea en “La genealogía de la moral: (…) la manera noble de valorar (…) busca su opuesto tan sólo para decirse si a sí mismo con mayor agradecimiento (…)”[2], en relación al bien nacido y los hombres del resentimiento, donde el bien nacido es visto como noble y sin necesidad de construirse una felicidad artificial, y los hombres del resentimiento son aquellos oprimidos cuya felicidad es como narcosis. Así pues, el terror se instaura como una forma de marcar la aberración en lo político, para hacer posibles las funciones mortíferas del Estado.

Biopolítica.

Para Foucault, la biopolítica es entendida como factores de segregación y jerarquización social, depende de las fuerzas respectivas ente unos y otros, garantizando relaciones de dominación y efectos de hegemonía. El bio-poder utiliza la biología como disciplina, es un saber y poder sobre la vida, controla y vigila la vida; en este bio-poder la supervivencia se encuentra desnuda, es poder matar para poder vivir.

En cambio, para Jasbir Puar es entendida como un guión regulador entre normatividad y normas, donde lo normativo aplicará para la minoría (bárbaro), y las normas dependerán de características raciales y nacionales como refuerzo del dominio discursivo. Puar ve en la biopolítica la construcción de <<cuerpos terroristas>> y ciudadanos desde el excepcionalismo, es decir, a partir de los modos de administración de la vida y formas de ver a la gente desde lo normativo; con estas tecnologías de la vida y teleología del progreso se comienza a marcar una cartografía de la minoría (bárbaros).

            Tomando de guía a estos dos autores realizaré el análisis de la “Duda séptima” en: “De la lección en que se trata sobre si el guerrear es siempre pecado mortal” de Vitoria, la cual trata de: “(…) si es lícito matar en la guerra (…)si ello es necesario para la victoria, es lícito, como lo es el matar fuera de la guerra a los hombres que perturban la república.”[3] Este argumento lo amplía diciendo que el rey el quien pude matar al ser él quien posee la potestad para castigar al enemigo, pues si no se les mata, no se podrían evitar guerras futuras; ya que al no ser matados, se reiniciarán guerras en seguida.  Hace una excepción en esta duda, y explica que una vez lograda en la guerra la victoria, deja de ser lícito matar al enemigo, pues ya no representan peligro para la república.

Estado de excepción.

Este es un término planteado por Giorgio Agamben, el cual no depende del orden jurídico, sino más bien de un límite o zona de indiferencia donde el adentro y el afuera no se aniquilan, pero no existe una definición entre ellos. En el Estado de excepción, la excepción se vuelve regla y es normada como regulatorio. La excepción es lo que se excede y sirve para redefinir parámetros.

            Jasbir Puar retoma este concepto y lo plantea como la forma de hacer referencia a los discursos que validan, sancionan, regularizan y naturalizan los límites del poder del Estado en los momentos de crisis de éste; es el medio para justificar las acciones extremas y externas del Estado.

            Siguiendo esta línea he podido encontrar en las deducciones a las proposiciones en “Para alcanzar una conciencia segura en las cosas dudosas” de Vitoria, éstas dicen que:
“En materia dudosa debe consultarse con aquellos a quienes corresponde enseñar sobre ella, ya que de otra manera no hay seguridad de conciencia (…) Si consultada la cuestión dudosa con los sabios, éstos dictaminaran que es ilícita, hay que atenerse a su parecer (…) Por el contrario, si los sabios silenciasen que la cosa es lícita, quien siga su opinión estará seguro en su conciencia, aunque la cosa sea en realidad ilícita.”[4]
Vitoria ocupa la excepción como trampa, pues considera que los bárbaros no están sujetos por derecho humano sino al divino, ya que tratar con ellos depende al fuero de la conciencia.  Para Vitoria los bárbaros eran esos siervos que no podían tener dominio alguno, pues carecían de razón necesaria para gobernarse a sí mismos, y sólo tienen la razón y fuerza necesaria para hacer lo que se les ordena.

            En este sentido, hablar del <<fuero de la conciencia>>, es hablar de la excepción que excede los límites y se convierte en norma; ya que, el pecador (bárbaro) no tiene dominio civil, y si el dominio se funda a partir de la imagen del hombre a semejanza de la de Dios, tampoco puede tener dominio natural, que es el don de Dios y se tiene en el terreno de la conciencia. Así pues, el pecador es sometido en primer lugar a un juicio civil, donde se le da una sanción; pero en segundo lugar, podría ser enjuiciado de forma natural y otorgarle el perdón a modo de excepción.

Necropolítica

Achille Mbembe plantea la necropolítica como el poder de ejercer control sobre la mortalidad, al considerar a la alteridad como el final de la humanidad, es decir, es hacer posible las funciones mortíferas del Estado, al ver al Otro como atentado a mi propia vida; es la democratización de los medios y formas de disponer de la vida.

            Para Jasbir Puar, necropolítica es el intersticio de la vida y la muerte de los sujetos que están siendo plegados y de la racialización de la población para disciplinar a los sujetos y control de las poblaciones. Es un mecanismo de producción de categorías de identidad que están dirigidas a la muerte, en lugar de ser entendidas como gestión, reproducción y regeneración de la vida.

            En la primera cuestión de “El derecho de guerra de los españoles en los bárbaros”, Vitoria se pregunta si es lícito a los cristianos militar y hacer la guerra, a lo que responde que la guerra al ser permitida por la ley natural, por ley escrita, y por tal, la ley evangélica no prohíbe lo que sea lícito por ley natural: De ahí se sigue que la guerra es justa cuando se hace para vengar injurias contra un pueblo o ciudad, pues el fin de la guerra es la paz y la seguridad de la república.

Conclusión.

Si tratamos de contextualizar estas problemáticas al presente, fácilmente son reconocibles en la geopolítica contemporánea, ya que la humanidad sigue siendo esclavizada y obligada a perder hogar, derechos sobre su cuerpo y pérdida de su estatus político; se vive bajo una dominación absoluta dentro de una relación de precio/valor, se implementa el terror, a partir del derecho de tomar vidas, y donde la paz tiene el rostro de la guerra sin fin, las formas de asesinar son más civilizadas. Estas formas de violencia que fortalecen al Estado afectan a la construcción del hombre, donde es necesario hacerlo igual entre los iguales, es decir, hay que ajustarlo a la regla; se pretende romper las viejas ideas del tabú como amenaza existencial, si no hay tabú,  no hay prohibiciones. Es decir, hay que domesticar la guerra, y mediante negociaciones por parte del poder soberano de la vida y la muerte, la vida doméstica (vida al servicio del Estado) será garantizada por un sin fin de libertades y derechos.






Bibliografía.

DE VITORIA, Francisco, Relecciones sobre los indios y el derecho de guerra, 3ª edición, Ed. ESPASA-CALPE., España, 1975, 147 pp.

__________________________, El Estado y la Iglesia. Relecciones teológicas, Ed. Publicaciones Españolas, España, 1060, 269 pp.

MÉNDEZ Alonzo, Manuel, “Dominium, poder civil y su problemática en el nuevo mundo según Francisco de Vitoria”, en Revista de Filosofía Medieval, 18, 2011, pp. 165-178.

PUAR, Jasbir, “Introduction”, en Terrorist Assemblages: Homonationalism in Queer Times, Ed. Duke University Press, Estados Unidos de América, 2007, pp. 1-36.

TODOROV, Tzvetan, La conquista de América. El problema del otro, 9ª edición, Ed. Siglo XXI, 1998, 277 pp.

ZARATIEGUI, Jesús, “La propiedad en algunos autores de la Escuela de Salamanca”, en Cuadernos de CC.EE y EE., 37, 2000, pp. 87-93.




[1] MBEMBE, A, Necropolítica, pp. 21-22.
[2] NIETZSCHE, F, La genealogía de la moral, p. 56.
[3] DE VITORIA, F., Relecciones sobre…, p. 26.
[4] Op. Cit., p. 37.