domingo, 8 de septiembre de 2013

Decadencia, deseo y gobierno


¿Cómo se forma una ciudad?, Fustel de Coulanges explica que una tribu, una familia y la fratría eran constituidas como cuerpos independientes al tener un culto especial, del cual estaba excluido cualquier extraño, quedando prohibido la unión de dos en una; sin embargo, de la unión de dos fratrías resultó una tribu, y así pudieron unirse varias tribus, a condición de respetar sus cultos una de la otra, ocurrido este pacto nació la ciudad. En algunas ocasiones las uniones fueron voluntarias, o impuestas por la fuerza, conservando lo pactado en relación al culto. Varias familias formaron la fratría, varias fratrías, la tribu, varias tribus, la ciudad. Familia, fratria, tribu, ciudad, son además sociedades exactamente semejantes entre sí, que han nacido unas de otras por una serie de federaciones;[1] es decir, que la ciudad no es un asamblea de individuos, sino una confederación constituida por varios grupos. [2] Así pues, había que darles reglas comunes que instituyeran el mando para aceptar la obediencia, había que subordinar la pasión a la razón y la razón individual a la razón pública, y la manera para lograr esto, fu a través de una creencia, …es la obra de nuestro espíritu, pero no somos libres de modificarla a nuestro gusto... Si nos ordena obedecer, obedecemos; si nos prescribes deberes, nos sometemos. El hombre puede domar a la naturaleza, pero está esclavizado a su pensamiento;[3] siendo la idea religiosa la organizadora de la sociedad. Es lo que expresa Hobbes en “El Leviatán” al decir que la base fundacional de toda sociedad, es el temor.

            Viendo otra idea de ciudad, Aristóteles ve en la polis algo ajeno a otras agrupaciones humanas: la familia y la aldea, ya que vía a estas dos como producto específico del hombre, es decir, como uniones de sangre o por interés sobre la vecindad; y la polis deberá, no sobrevivir, sino vivir bien, como comportamiento individual y colectivo organizado por una constitución. Retomando la terminología aristotélica, se definen tres tipos de actividad: théôria, praxis y poiesis, donde la praxis es la única capaz de crear algo nuevo, la théôria se encarga de las esencias, y la poiesis de la imitación de las formas naturales; así, la política como praxis, en tanto que interviene para que la Ciudad de los hombres cuadre al cosmos y para que el individuo pueda igualar la esencia de la que es imagen o el portador,[4] esto es, que todo esta atravesado por las preocupaciones de la política, donde todos dependen de las decisiones tomadas y del acto constantemente renovado de las leyes  que organizan la ciudad como tal.  En cuanto a la evolución de las ciudades, Platón en la Carta VII declara que todos los regímenes existentes son malos, debido a que en los orígenes de cada uno de ellos se preludia su decadencia y agonía, llevando a la ciudad a la “edad de bronce”, donde triunfa la ley del más fuerte y suceden abusos de poder y rebeliones; dando a entender que la ciudad, sin importar que sea democrática, oligárquica o monárquica, ha fracasado.  La ruptura se dio con la aparición de los “tiranos” [5], rompiendo con las aristocracias ancestrales en las ciudades, los tiranos eran normalmente unos arribistas de considerable riqueza, cuyo poder personal simbolizaba el acceso del grupo social del que procedían a los honores y las posiciones elevadas dentro de la ciudad;[6]  se trato de reivindicaciones radicales y reformas económicas, favoreciendo a las clases populares, teniendo que tolerarla para asegurar su poder, lo que mucho tiempo después será llamado estado de excepción. [7]

            Con la República, Platón cierra un período, consumando su visión del mundo, edificado de la siguiente manera: por encima de la Nada que se mezcla a él, está la doxa, es decir, el reino de la opinión, y en el que se sube gradualmente hacia el cielo de las Ideas, que es el Bien.[8] El tema central de la República ¿es la moral, la política, la justicia o el Estado ideal?, para Platón, tales clasificaciones no existen, ya que todas están fundadas al mismo tiempo; se trata de una genealogía de la justicia, donde la debilidad estable las leyes como convenciones. La República presenta un estado de crisis, donde el Estado bueno dependerá de la bondad del alma individual, y la bondad del alma individual dependerá del Estado bueno; así pues, habrá que evitar, ante todo, una vida dominada por la ambición individual o incluso social… El Estado bueno será aquel en que exista una división del trabajo en sentido general. La división del trabajo será el presupuesto necesario de la definición de la justicia. La sociedad implica,[9] es decir que, la sociedad implica la división del trabajo como resultado de la diversidad de necesidades del hombre. Para lograr la bondad del alma se debe estar protegido de la influencia de los poetas, del dinero, de los apegos particulares, en general del deseo de felicidad individual, de lo contrario se llegará a la corrupción del Estado: la tiranía. El principio de placer [10] es lo que amenaza la integridad del Estado, donde el mejor régimen se va transformando en el peor pervertido por el poder y el deseo; ya que, por muy perfecto que sea el Estado, siempre se verá amenazado por la decadencia. [11]

            La idea del deseo es trabajado por Platón en el Banquete, a partir de la idea del amor como deseo de lo que nos falta y que es conveniente para nuestra naturaleza, también, amor es todo deseo de felicidad y de lo bueno, es desear que lo bueno sea de uno para siempre, también es considerado como procreación de la belleza corporal y espiritual.[12] A diferencia del Banquete, en la República, el deseo se contrapone a la razón, [13] a partir de una imagen hidráulica del alma, es decir, dos corrientes de deseos opuestos: apetitos y razón; exponiendo así, una teoría tripartita del alma, la parte racional (logistikon) que se encarga de la verdad, la parte de los apetitos (epithymetikon) que se ocupa de los placeres sensibles, y la parte irascible (thymoeidés) entendida como el deseo de victoria, siendo esta última una energía erótica bivalente, que no nos permite comprender apropiadamente qué es lo bueno en relación a las cosas reales y las apariencias. [14]







BIBLIOGRAF,  ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽Bilbauli Vol. 2. La Filosofulto, el derecho y las instituciones de Grecia y roma, e y la historiografÍA

ANDERSON, Perry, Grecia, en Transiciones de la antigüedad al feudalismo, [Trad. Santos Juliá], 22ª ed., España, Ed. Siglo XXI, 1970, pp. 23-39.

CHÂTELET, François, La ideología de la ciudad griega, en CHÂTELET, François y Gérard Mairet (ed.), Historia de las ideologías. De los faraones a Mao, España, Ed. AKAL, 1989, pp. 130-148.

DE COULANGES, Fustel, La ciudad, en La ciudad antigua. Estudio sobre el culto, el derecho y las instituciones de Grecia y Roma, [Trad. Daniel Moreno], México, Ed. Porrúa, 1971, pp. 109-223.

FIEERO, María Angélica, La teoría platónica del éros en la República, en Diánoia, volumen LIII, número 06, mayo 2008, pp. 21-52.

JAEGER, Werner, La República I, en Paideia: los ideales de la cultura griega, [Trad. Joaquín Xirau y Wenceslao Roces], 2ª ed., México, Ed. FCE, 1962, pp. 589-676.

PLATÓN, La República, [Trad. José Manuel Pabón y Manuel Fernández-Galiano], España, Ed. Alianza, 1999, 605 pp.

WAHL, Jean, Platón, en PARAIN, Brice (dirección), Historia de la Filosofía siglo veintiuno. Vol. 2. La Filosofía Griega, [Trad. Santos Juliá y Miguel Bilbatúa], 22ª ed., España, Ed. Siglo XXI, 2003, pp. 51-173.



[1] DE COULANGES, F, La ciudad se forma, en La ciudad antigua…, p. 119.
[2] “…cada uno va tomando consigo a tal hombre para satisfacer esta necesidad y a tal otro para aquella; de este modo, al necesitar todos de muchas cosas, vamos reuniendo en una sola vivienda a multitud de personas en calidad de asociados y auxiliares y a esta cohabitación le damos el nombre de ciudad…”. PLATON, La República, 369 c.
[3] DE COULANGES, F, Op. Cit., p. 124.
[4] CHÂTELET, F, La ideología de la ciudad griega, en Historia de las ideologías…, p. 132.
[5] “…cuando el jefe del pueblo, contando con una multitud totalmente dócil, no perdona la sangre de su raza, sino que acusando injustamente, como suele ocurrir, lleva a los hombres a los tribunales y se mancha, destruyendo sus vidas y gustando de la sangre de sus hermanos con su boca y lengua impuras, y destierra y mata mientras hace al mismo tiempo insinuaciones sobre rebajas de deudas y repartos de tierras, no es fuerza y fatal destino para tal sujeto el perecer a manos de sus enemigos o hacerse tirano y convertirse de hombre en lobo…”, PLATÓN, La República, 566 a.
[6] ANDERSON, P, Grecia, en Transiciones de la antigüedad…, p. 25.
[7] “…en esa ciudad no sea obligatorio el gobernar, ni aun para quien sea capaz de hacerlo, ni tampoco el obedecer si uno no quiere, ni guerrear cuando los demás guerrean, ni estar en paz, si no quieres paz, cuando los demás lo están, ni abstenerte de gobernar ni de juzgar…”. PLATÓN, La República,  558 a.
[8] WAHL, J, Platón, en Historia de la Filosofía…, p. 73.
[9] Op. Cit., p. 75
[10] “…cuando duerme la parte del alma razonable, tranquila y buena rectora de lo demás y salta la feroz y salvaje de ella, ahíto de manjares o de vino, y, expulsando al sueño, trata de abrirse camino y saciar sus propios instintos…en tal estado se atreve a todo, como liberado y desatado de toda vergüenza y sensatez, y no se retrae en su imaginación del intento de cohabitar con su propia madre o con cualquier otro ser, humano, divino o bestial, de mancharse en sangre de quien sea, de comer sin reparo el alimento que sea; en una palabra, no hay disparate ni ignominia que se deje atrás.” PLATÓN, La República, 571 c, d.
[11] “…ningún gobierno cambia sino cuando se produce una disensión en el seno mismo de aquella parte que ocupa los cargos, es imposible que se produzca ningún movimiento mientras ella permanezca acorde…como todo lo que nace está sujeto a corrupción, tampoco ese sistema perdurará eternamente, sino que se destruirá.”, PLATÓN, La República, 545 d, 546 a.
[12] A lo largo de todo el diálogo se presentan seis categorías de Eros, uno, el más antiguo de los dioses causante de los mayores bienes para el hombre, también inspira valor y sacrificio; el segundo Eros se presenta como la pasión sexual y como una fuerza impulsora de nobles acciones ; el tercero es un dios unitario, aquí se juzgarán las acciones humanas, serán buenas o malas según como se hagan, en esta parte se conocen dos Eros, uno vulgar que prefiere los placeres del cuerpo, y el Eros celeste que prefiere el perfeccionamiento moral e intelectual; el cuarto que expresa una búsqueda del amor ente los hombres, se refiere a cuando uno está en busca de su otra mitad, va en busca de Eros; el quinto es un Eros máximo en justicia al ser incompatible con la violencia, tiene autocontrol al imponerse al placer y al deseo. El sexto y último parte de ser el deseo de algo que no tiene y por ello no puede ser ni bello ni bueno, sino algo intermedio considerado un demon intermediario del hombre y los dioses, esta naturaleza intermediaria lo provee de características como búsqueda infatigable por un lado y muerte y resurrección por otro, esto debido a que Eros es quien ama la sabiduría y se ubica entre el sabio y el ignorante, por otro lado, Eros es el deseo de poseer siempre lo bueno y lo bello, también ayuda a los deseos de reproducción humana, debido a que la belleza lo estimula a hacerlo, pues Eros es un deseo de procreación de lo bello; esta procreación se verá como prueba de la naturaleza mortal del hombre al dejar un legado trascendente; se expresa que la manera correcta de acercarse a las cosas del amor es llegar hasta la comprensión de la Belleza en sí a través del cuerpo, alma y conocimiento como la verdadera virtud.
[13] “…me parece que de los placeres y deseos no necesarios una parte son contra ley y es probable que se produzcan en todos los humanos; pero, reprimidos por las leyes y los deseos mejores con ayuda de la razón, en algunos de los hombres desaparecen totalmente o quedan sólo en poco número y sin fuerza, pero en otros, por el contrario, se mantienen más fuertes y en mayor cantidad.”, PLATÓN, La República, 571 b.
[14] “¿O no te has dado cuenta de que las imitaciones, en caso de que continuaran por largo tiempo desde temprana edad, llegan a transformase en hábitos y en una naturaleza, tanto respecto del cuerpo como del discurso o del intelecto?”, PLATÓN, La República, 395 d.